Querida enemiga de la prudencia y las buenas costumbres:
Me
pides que deje la noche y la bebida, el comer a deshoras, y a tanta
mujer que no me pertenece; me pides que abandone mi vida a cambio de escribir un
libro; me pides disimuladamente que
haga acopio de fuerzas y me dediqué a crear esa obra que asegurará
mi futuro y me pondrá en el horizonte del mundo del arte y la
literatura. Ante ello, y con todo el amor que tengo, te respondo como
sigue:
En
primer lugar, ¿de qué habría de escribir yo? Yo no tengo una
actitud frente a la vida, yo me dejo llevar como una botella en el
mar y siempre despierto donde menos me lo espero. Yo me uno al grupo, salto a la cola, o me enlisto en
alguna empresa, pero jamás inicio nada porque el entusiasmo que
llevo no me da para tanto. Tú sabes como nadie que soy
un trashumante, que no
cultivo las amistades ni me quedo mucho tiempo en ningún lugar.
Conmigo solo llevo mis viejos zapatos, mi peine en el bolsillo, y
unos cuantos versos que sé de memoria. Y si hay algo anterior a eso,
de lo que podría decirse dentro mío, de lo que conozco y domino, es la tristeza. Una tristeza
visceral es la que llevo, una tristeza como de Dios. Porque siempre
sospeché que Dios era algo así como una presencia muy triste. Y eso
dice mucho de mí. Yo busco la tristeza en todas partes y si no la
encuentro la fabrico, ya que soy incapaz de vivir en la felicidad y en la
opulencia. Y si yo escribiera sobre esta tristeza, estaría cayendo
en la negación: no se trata de rumiar nuestras penas en forma de libro,
sino de encontrarles una solución y un sentido que pueda serle útil a las personas.
Gracias
por preocuparte por mi salud (ya casi nadie lo hace), pero bien sabes
que es lo menos importante de las cosas más importantes. Nos han
hecho creer que tener una salud de hierro equivale a comprar la
felicidad cuando la felicidad hay que arrancarla de nuestro ser.
Recuerda que los verdaderos bohemios mueren temprano. Te cuento que
esto de entregarse a la bohemia es una labor muy mal pagada en esta
país. Ya que eres de mente abierta te diré que hace poco conocí
a una lorette y
quedé muy decepcionado. Es imposible convivir con lorettes tan
venidas a menos, a este paso solo nos quedarán las muchachas puras y
castas, casi deseosas de terminar con el corazón roto y los vestidos
rasgados.
Yo
no soy escritor más que de cosas sabidas, y por si fuera poco hoy
escribo y mañana no, pasado mañana escribo y luego me olvido hasta
la siguiente semana. ¿Qué forma tendría mi libro? Sería lo más
parecido a una bitácora de esas que solo hablan de sus amores y de
sus inmoralidades, y yo aún creo en el coraje, en el orgullo y en el
valor, y creo además que solo se puede querer lo que es valioso por
estas cualidades. Además, uno es fiel reflejo de lo que escribe y yo
practico la No-Virtud en cada uno de mis actos.
Hay
algo que quiero preguntarte: ¿consideras que llevas una vida agitada?
Lo
digo porque la otra noche me puse a pensar en que, sinceramente, mi
vida es lo menos interesante que hay. No me suceden cosas
extraordinarias, ni viajo mucho, ni tengo tantos amores, amigos o
empleos. Y sin embargo, yo siento mi vida en verdad agitada, como una
epopeya griega o un cataclismo bíblico. Nunca he tenido un periodo
de calma, de serenidad, de pausa, y ya no recuerdo la última semana
que no estuve deprimido ni me emborraché hasta las náuseas.
¿Es
esta la vida de un escritor disciplinado, metódico, cerebral? No.
Pero esta es la vida que elegí y puedo asegurarte que nadie me
obligó a nada. No te digo que no me arrepiento de nada, porque me
arrepiento de todo, pero siempre he creído que uno no debe hacer lo
que no tiene el deseo de hacer, y es así como me dirijo. Y ahora no
tengo ganas de escribir sino cuando una fulminante descarga en forma
de idea me asalta en la cabeza. Tendrías que asistir a ello, es algo
hermoso. Es mejor que la cerveza,
pero no tan bueno como hacerte el amor. Suerte, querida, y saludos a la familia.
Atentamente,
el verdadero amor de tu vida
el Fauno