sábado, 23 de noviembre de 2013

Ayacucho: compañeros de viaje

Son tres los libros que llevo conmigo en este viaje: un tomo de las poesías de Walt Whitman; Del sentimiento trágico de la vida, escrito por Miguel de Unamuno, y un curioso y diminuto libro llamado Los amores tardíos, de Pío Baroja.

Un poemario, un libro de ensayos y una novelita. ¿Qué puedo decir yo sobre estos libros? Puedo decir, para comenzar, que uno es rojo, el otro verde y el tercero blanco, aunque algo descolorido por la vejez implacable. Este último es el único que está forrado. Yo creo que es imposible dejar de sentir un cariño especial por un libro llamado Los amores tardíos.

Es verde Del sentimiento trágico de la vida, la terrible colección de ensayos de Unamuno. Tiene la portada roída y se descascara más cada día. Yo atisbo que no dudará mucho. Padece de una rotura en una de sus esquinas inferiores, la cual amenaza con extenderse por toda la tapa. Y es que este libro es tan doloroso, tan descorazonado, tan falto de bondad, que uno llegar a sentir respeto y admiración en sus páginas, pero de ninguna manera amor.

Por último, es rojo el libro con los poemas de Whitman. Este es un libro poderoso. Lo es por fuera, posee una resistente tapa con letras doradas; lo es por dentro: un libro tan decidido que no necesita de la rima para ahondar en uno; un libro que, de masificarse, cambiaría el mundo.

Yo siento no poder decir más que estas superficialidades acerca de mis compañeros de viaje. Yo no no soy capaz de más por el momento. Y sin embargo, estos compañeros tienen fe en mí. No dejan de decirme cosas, de contarme historias y son, en su proceder, sumamente honestos. Mañana los llevaré a recorrer las famosas iglesias ayacuchanas: una bendición es lo que nos hace falta para continuar este doloroso trabajo.


"Soledad es misteriosa, no solo para los demás, sino para sí misma. A ella no le gusta que se lo digan. No comprende la impresión que produce. Si el ciprés pudiera hablar, diría: «¿Por qué me encuentran a mí triste?». Probablemente la rosa, si pudiera también hablar, se asombraría de que la encontraran exuberante".
Los amores tardíos, Pío Baroja

martes, 19 de noviembre de 2013

Ayacucho: razones para permanecer en casa

Son las nueve de la noche. Está a punto de terminar mi primer día en Ayacucho. Afuera, caen aguaceros que se extinguen después de unos minutos; hay relámpagos viniendo desde las montañas, y dicen las gentes de aquí que es lo normal.

Pero dentro de casa se está bien, es cálido y tibio, y a pesar de que este quinto piso ha permanecido deshabitado durante mucho, no se ha acumulado el polvo sobre los muebles. Por todo esto, hemos decidido no salir esta noche, aun cuando las luces de la ciudad titilen a través de las ventanas.

Huamanga es grande. Es la más grande de todas las ciudades que he visitado, y el cielo se encuentra terriblemente cerca de la ciudad. Este cielo tan pegado a la tierra da la impresión de estrechez, y uno piensa que todo aquí se encuentra a unos pasos. Si a esto le sumamos las muchas personas, las calles angostas, lo abundante de carros y motos, el clima inestable, tenemos una ciudad entretenida y caótica.

Las personas de vida apresurada se sentirán aquí a su gusto, y esa es la principal razón de que nosotros hayamos decidido permanecer esta noche en casa. 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Has de oír al vino cuando habla

Leo a Platón. La verdad, yo me siento un poco ridículo haciéndolo. ¿Qué hago yo leyendo a Platón? Yo debiera leer otra clase de libros. Pero no, yo leo a Platón. Y él me habla de la virtud, de la verdad y de la justicia universales, de estas ideas que pertenecen a un mundo anterior al hombre y que, por lo tanto, lo sobrevivirán. Y si acaso nosotros queremos perseverar en nuestra existencia reencarnados en seres nobles y no en alimañas, tenemos que proceder con estas mismas virtudes, verdades y justicias universales.

Yo no sé si entiendo bien todas estas ideas. Es decir, se supone que ya han sido superadas. Esto es algo imposible para mí. ¿Como puede ser superada una cosa tan bella como la inmortalidad del alma? ¿Cómo y cuándo es que la hemos superado? 

Una vez, discutía con dos amigos que practicaban la historia y la antropología. Al hablar de Dios, tuve el desatino de citar las pruebas de Descartes, que tanto me habían fascinado desde niño. Mis amigos me dijeron que en una discusión yo no podía citar a Descartes, porque sus teorías ya habían sido superadas. Admito que me ofendí e intenté un alegato; pero este resultó débil y confuso, hasta para mí. Entonces supuse que ellos tenían razón y que, en efecto, Descartes había sido propasado; lo cual, más que indignarme, me apenó un poco.

Y ahora leo a Platón, quien, con paciencia infinita, me explica que no hay razón para temer a la muerte: solo los tontos y los cobardes huyen de lo desconocido. Yo me pregunto si esto también ha sido superado. ¿Qué cosa, por Dios, no ha sido rebasada en nuestros días? Yo exijo saberlo, o en última instancia, exijo que me digan por qué yo no puedo acceder a ello.

Pregunto por la única mujer que quise de veras y la respuesta es tajante: “Lo ha superado”. Y ante esto yo ya no sé si indignarme o gritar. ¿Qué más puedo hacer? Tal vez todo sea cosa mía; tal vez yo no pueda superar nada.

No debes olvidarlo. No se puede olvidar nunca nada. Especialmente cuando nada se ha perdido. Cualquier experiencia tiene demasiado valor para ser olvidada... No es imposible. Lo harás. Un caballero debe hacerlo. Para un caballero no hay nada imposible. Lo afronta todo. Acepta la responsabilidad de sus actos y carga con las consecuencias, aun cuando no haya asumido la iniciativa y se haya limitado a jugar un papel pasivo, en un lugar de decir «No» en el momento oportuno”. 
William Faulkner

sábado, 9 de noviembre de 2013

Un beso en un sueño

Cierro los ojos y recuerdo,
y no importan las gotas 
ascendentes de agua,
no la legaña,
no el amor que da directo en la cara;
vuélvame ciego
o devuélvame la mirada.

(o si esta mañana abrí los ojos
como estaba planeado
para ir al trabajo)

Porque si cierro los ojos
puedes venir, amor, desde lejos
o trasladarte 
de un salto.
Puedes llenarme los recuerdos
una vez más
para siempre,
o mientras tanto.

Si cierro los ojos, amor,
soy capaz
de atravesar ríos a nado
o de trepar por los cielos.
Y si me esfuerzo más
llegar con los ángeles 
a las estrellas
descubrir que son hombres
un poco tímidos
quienes todo lo observan.

Permite que vuelva a decirlo.

Puedes venir, amor, desde lejos
acompañarnos un rato,
decir:
Vamos a querernos
esta vez sí que vamos querernos tanto”.

Doble vía para el viajero:
un ojo bueno y el otro malo.
Para mirar hacia atrás
llevo mariposas en los párpados,
mariposas viajeras
del pasado.

Cuando ellas regresan
tengo que volver a llorar,
entreabrir una rendija 
en los párpados,
y llorar otro poco,
y por ejemplo recordar:
"íbamos caminando por la calle
cuando de pronto 
nos cogimos de las manos,
como siempre antes de besarnos".

martes, 5 de noviembre de 2013

Instalación en uno del objeto perdido

Existe una dama de muy mal genio, bastante caprichosa, llamada Circunstancias. Suele confundírsele con la Mala Suerte, que es otra dama con el mismo talante, y que a diferencia de la primera, duerme hasta tarde y solo trabaja medio día. De Circunstancias vale decir que es precavida: nunca concede nada sin anotarlo en una libreta de infinitas páginas que guarda celosamente en su cartera.

Sucede que Circunstancias se me presentó hace no mucho, al volver del trabajo, y ya no recuerdo si fue en forma de libro, de rumor o desvarío, pero puso estas palabras en mi boca: vaga melancolía.

Circunstancias hizo bien su trabajo, y yo quedé muy interesado con sus palabras.

Pero, ¿qué es esto de la vaga melancolía? Suena como a una estela de tristeza, pero no una tristeza vulgar y corriente, sino una tristeza dulce y serena, una tristeza que se lleva bien, libre de sobresaltos, una tristeza ligera, sensible apenas; una estela de tristeza imperecedera. ¿Aceptaría usted ser mi vaga melancolía?

Fue muy emocionante pasar una temporada tratando de hallar a mi vaga melancolía. Yo tengo que agradecérselo a la señorita Circunstancias. ¿Preguntan si al fin encontré mi vaga melancolía? Yo tengo que contar, yo no soy hombre dado a la mentira cuando escribo, y debo decir que sí.

Esta pequeña melancolía tuvo gran efecto sobre mí. ¿Sería usted mi vaga melancolía? Músculos que se fortalecen como los del niño que empieza a darse a la buena alimentación. Yo creo que nunca estuve tan bien como cuando caminaba con mi vaga melancolía al lado.

Pero ya va siendo tarde para nosotros y el Diablo tenía razón cuando decía que nada nos asegura que volveremos a estar presentes mañana. Y yo tengo que decir también esto: perdí a mi vaga melancolía. Y la pena dulce y serena vino a ser reemplazada por una pena grande, voraz, viciosa, con mucha pericia en hacerse sentir dentro de las personas. Sinceramente, cuánto me gustaría que usted fuera mi vaga melancolía.

Circunstancias es una dama muy calculadora que no suele dejar cabos sueltos. Y ahora nosotros tenemos que ser fuertes y recordar que circunstancias no es lo mismo que mala suerte. Y salir a caminar, y distraernos, y viajar, conocer gente, y esas cosas que hacen desaparecer la pena y la melancolía. 

Es hora de decirle adiós a la vaga melancolía. Desde luego, eso no quita todo lo bueno ni todo el agradecimiento que sentimos hacia usted por su acompañarnos, por haber sido la mejor de nuestras melancolías. ¿Y si usted fuera mi vaga melancolía? Tiene usted cualidades que yo aprecio mucho, yo creo que es la más indicada para serlo.