Hoy la he vuelto a ver después de
algunos días y todo ha estado bien. Hemos conversado y bromeado
sobre lo frágil y delicado de su figura pero sin caer en ningún
momento en discusiones. Lo más cercano fue cuando insinué que
podría llevar su peso con todo ropa y accesorios como mochila.
Afortunadamente, en ese instante apareció un señor que nos entregó
un papel con algo de una conferencia que nos concernía a ambos y
aquello nos distrajo. Luego ya no hubo más brusquedad en parte
porque estuve muy pendiente de mi vocabulario.
Luego buscamos a una amiga suya por
toda la universidad pero esta no ha aparecido. La llamó varias veces
y la respuesta varió dentro del silencio, la contestadora y las
inquietantes timbradas. Es justo decirlo, ya que de haber aparecido
su amiga no habría sabido donde meter mi presencia para no parecer
un inoportuno. Incluso fuimos a su facultad y seguimos sin obtener
pista de su paradero. Yo ya estaba insoportable de puro contento y
fue necesario que atribuyera mi alegría a un trabajo cuya entrega se
había pospuesto repentinamente. Sonó falso y atroz y, sin embargo,
ha bastado para disipar sus sospechas. De todos modos se suponía que
no me importaba ya que me estaba tomando la molestia de acompañarla.
No habiendo aparecido la susodicha
ella no tenía con quien ir en el carro y, siendo su viaje un poco
peligroso, me ofrecí como voluntario sin mediar lo diferente de
nuestros destinos. Noté que asentía con cierto desdén pero en ese
momento estaba demasiado contento como para tomarle importancia.
Pasamos unos minutos en el paradero y yo me encontraba en medio de
una frase cuando llegó su carro y ella se subió presurosa y yo me
quedé parado aún con mi frase y sin saber si debía de ir tras ella
o intuir que nuestra manera de ver las cosas era bastante desigual.
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