Voy a contarles de mi amigo Yuste. Yuste
es, desde luego, un seudónimo. Yuste es un amigo de la universidad.
Cuando solo éramos compañeros yo llevaba un diario y Yuste otro, y
solíamos enfrascarnos en terribles batallas por los periódicos que
debían leerse en la capital. Hombre inteligente y de buen discurso es
Yuste. Es tan terco que sus opiniones parecían llegarle desde sus
antepasados, y claro que él no debía traicionarlos. Pero si
pactábamos una tregua para derrotar a un enemigo en común nos
hacíamos invencibles. Después del periodo de adaptación, que en
nuestro caso fue muy largo, ya renunciamos a todo intento por
convencernos y se volvió una cortesía aceptar que el otro podía
estar en lo correcto. Íbamos al último piso de la facultad, nos sentábamos en el suelo y atacábamos al mundo.
Las
últimas semanas he tratado al amigo Yuste de muy mala manera. Yo no
sabía la razón, y no podía soportarlo. Pero hoy he dedicado un
momento a pensar en nuestra situación y me ha dolido la respuesta. Y
me he llenado de ira hacia Yuste.
Hace
unas semanas, Yuste estaba a punto de reprobar un curso. Su situación
provenía en gran medida de no contar con el material requerido por
el profesor. Yuste lo tendría recién las últimas semanas, y
lógicamente no había aprendido demasiado. Podía aprobar, desde
luego, Yuste es un tipo muy valioso, pero justo y honorable también
es, así que decidió reprobar el curso y ya el próximo año
llevarlo de la mejor manera. Yo estaba muy orgulloso de ser amigo de
un hombre como Yuste.
Luego
fue que sin razón Yuste comenzó a visitar al profesor en horas
extracurriculares. Yo creí que algo grave ocurría con mi amigo y
fui a verlo. Me dijo que no podía perder el curso, que el próximo
año tenía planeadas muchas cosas, y que trataría, por todos los
medios, de salvarlo. Yo en ese momento no reaccioné, apenas si me
conmoví, pero una profunda decepción se había asentado en mi
pecho.
El
amigo Yuste aprobará el curso; siempre tuvo grandes aptitudes para el estudio.
Pero yo estoy muy enfadado. Cuando Yuste me dijo que prefería
reprobarlo antes de pasar así, sin saber nada, noté que estaba
convencido de sus palabras, que era un hombre íntegro y jamás se
traicionaría a sí mismo. Pero después salió con que debía
aprobar como fuera, que tenía planeadas cosas importantes. En
fin, el amigo Yuste era como todos: siempre tenía cosas planeadas. Y por
esas cosas de seguro importantísimas sería capaz de negar sus
palabras, de luchar contra sus principios, de retar a su corazón. Eso
algo tan difícil de entender.
Yo
deseo profundamente que el amigo Yuste vuelva a ser el de antes. Yo
deseo verlo bien y sereno. Siempre hay esperanza para todos y
uno aprende a ser bueno. La verdad, Yuste, qué no daría por evitarte los
dolores de conciencia que esto te traerá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario