Hay
mucho ruido por estos días. Hay piedras que caen desde el cielo y
hombres rudos espiando mi casa. Están construyendo el cuarto piso en
la casa de al lado. Al principio creí que solo techarían el tercer
piso; pero cada día arriban a la cuadra nuevos camiones cargados de
cemento, ladrillo, arena, y es obvio que estos señores planean irse
hasta el cielo.
¿Por
qué ese empeño en llegar más alto? Yo conocí una vez un hombre
alto como las praderas. Pero era muy frágil, delicado, parecía que
en cualquier momento se vendría abajo. Luego no he conocido más
gente alta. En general, Lima no es una ciudad de personas altas. Es lo
bueno. Yo no soportaría tener que mirar a las personas desde abajo.
Me sentiría débil, insignificante, aunque mamá dice que no hay que
decir eso.
Hay
que ser en verdad cruel para castigar a los chicos colocando sus
juguete en alto. No lo tengo claro, pero ese debe ser uno de sus
primeros traumas. Complejo que seguramente heredaron los señores de
la casa de al lado. ¿Ya dije que se quieren ir hasta el cielo? Todos
deberíamos tener la oportunidad de viajar hasta el cielo, aunque sea
una vez. Yo antes pensaba que los Dioses vivían en las nubes, en
palacios y jardines flotantes, y que para movilizarse entre nube y
nube tenían algo así como caballos alados. Aún así jamás he
volado. Le tengo miedo a las alturas; como que el cielo se hizo para
los Dioses y la tierra para el hombre.
Animal
acomplejado que quiere tenerlo todo es el hombre. Está mal desearlo
todo, por el solo hecho de que no podemos con todo. Yo podría con
una casa, una sala, una biblioteca, una hija y una buena mujer a
quien le guste sentarse a escucharme leer mis cuentos favoritos. Es
inevitable, cuando algo bueno llega a mis manos, inmediatamente lo
quiero leer a todo el mundo aún a sabiendas de que mi voz es
horrible. A propósito, el mejor halago que he recibido, fue de una
amiga a la que no veía por años, quien me hizo cantar con ella para
luego decirme que mi voz había mejorado. Se llamaba Margarita.
He
recalado en que todas las casas de la ciudad son de concreto. Yo no
sé como será en otras ciudades porque no me creo eso de las fotos y
la televisión y que el mundo es igual en todas partes, en fin, yo no
sé cómo será en otras partes pero espero que sea mucho mejor que
aquí. Paredes de porcelana, de marfil, de cristal transparente,
paredes de flores, de troncos vivos, de pastos coloreables, paredes
de agua o de hielo o si se encuentra la manera, por qué no, paredes
suaves como un conejo. Pero por Dios, no desear nunca irse hasta el
cielo. Una casita de uno o dos pisos, no más. Con una buena mujer
que me escuche leer mis cuentos favoritos. Mi cuento favorito:
Eleonora, de Poe. Casualmente trata sobre el alma de una mujer que aspira llegar al cielo. Eso: solo las almas deben ir al cielo.
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