miércoles, 19 de junio de 2013

Escarbar en la basura

Yo ya no quiero saber nada de abusos, de escándalos, de corrupción, de nepotismo, de burradas. Yo estoy hasta la coronilla de denuncias periodísticas. Si cae en mis manos un reportaje más sobre lo mismo inevitablemente voy a estallar. Yo no quiero que me digan nada. Prefiero ignorar los problemas de este mundo, de este país y de esta ciudad tan complicada.

Y pensar que toda mi vida he de malgastarla escarbando en los desperdicios de la sociedad. Me atemorizo. Hay seres más capacitados, más perspicaces, más valiente, que ellos lo hagan. Porque lo que es yo aquí y ahora tiro la toalla.

Yo quisiera hablar de las cosas bellas de la vida, como de las plantas de mi jardín que se duermen hasta la siguiente primavera, o de los gatos que cada día copulan más. Yo quisiera, por ejemplo, narrar el día a día de las señoras del mercado (¡las alegres señoras del mercado!) que me regalan su sonrisa; quisiera describir a sus simpáticas hijas. Quisiera pregonar sobre cómo esculpir poemas en los cerros. Yo quisiera, en suma, cantar las hazañas de mis vecinas para mantener la casa limpia.

Y yo desearía, para esto, eliminar a mucha gente. Enviarlos a poblar Marte, a limar hielo, o a alguna otra tarea igual de hercúlea para mantenerlos ocupados de por vida. Porque, lo que es yo, ya perdí las esperanzas en el mundo. Y no entiendo cómo todos no hacen lo mismo, cómo no nos vamos a fundar las utopías de Orwell, de Huxley, de Fourier. Cualquier infierno sería mejor que esta ciudad. (al menos ese sería con seguridad el infierno; en cambio, si a esto le llamamos vida, no quiero ni pensar en el infierno).

¡Hoy admiro más que nunca a mis colegas que se esfuerzan por seguir!

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