Leo
a Platón. La verdad, yo me siento un poco ridículo haciéndolo.
¿Qué hago yo leyendo a Platón? Yo debiera leer otra clase de
libros. Pero no, yo leo a Platón. Y él me habla de la virtud, de
la verdad y de la justicia universales, de estas ideas que pertenecen
a un mundo anterior al hombre y que, por lo tanto, lo sobrevivirán.
Y si acaso nosotros queremos perseverar en nuestra existencia reencarnados en seres nobles y no en alimañas, tenemos que proceder con estas mismas virtudes,
verdades y justicias universales.
Yo
no sé si entiendo bien todas estas ideas. Es decir, se supone que ya han sido superadas. Esto es algo imposible para mí. ¿Como puede ser superada una cosa tan bella como la
inmortalidad del alma? ¿Cómo y cuándo es que la hemos superado?
Una vez,
discutía con dos amigos que practicaban la historia y la antropología. Al hablar de Dios, tuve el desatino de citar las
pruebas de Descartes, que tanto me habían fascinado desde niño. Mis
amigos me dijeron que en una discusión yo no podía citar a
Descartes, porque sus teorías ya habían sido superadas. Admito que
me ofendí e intenté un alegato; pero este resultó débil y
confuso, hasta para mí. Entonces supuse que ellos tenían razón y
que, en efecto, Descartes había sido propasado; lo cual, más que
indignarme, me apenó un poco.
Y
ahora leo a Platón, quien, con paciencia infinita, me explica que no
hay razón para temer a la muerte: solo los tontos y los cobardes
huyen de lo desconocido. Yo me pregunto si esto también ha sido
superado. ¿Qué cosa, por Dios, no ha sido rebasada en nuestros
días? Yo exijo saberlo, o en última instancia, exijo que me digan
por qué yo no puedo acceder a ello.
Pregunto
por la única mujer que quise de veras y la respuesta es tajante: “Lo
ha superado”. Y ante esto yo ya no sé si indignarme o gritar. ¿Qué
más puedo hacer? Tal vez todo sea cosa mía; tal vez yo no pueda
superar nada.
“No
debes olvidarlo. No se puede olvidar nunca nada. Especialmente cuando
nada se ha perdido. Cualquier experiencia tiene demasiado valor para
ser olvidada... No es imposible. Lo harás. Un caballero debe
hacerlo. Para un caballero no hay nada imposible. Lo afronta todo.
Acepta la responsabilidad de sus actos y carga con las consecuencias,
aun cuando no haya asumido la iniciativa y se haya limitado a jugar un
papel pasivo, en un lugar de decir «No» en el momento oportuno”.
William Faulkner
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