Mi
Amada, nuestros viajes, nuestras flores
el
sol divino, las tardes de múltiples colores.
La
rueda desgastada de nuestras vidas
el amor como un amor de hojas caídas.
Mi
Amada, el cielo azul, el cálido alborozo
tus
vestidos, mis corbatas, nuestro gozo.
Las
tardes celestiales, la casa defendida
el
dulce cielo eterno, la felicidad rendida.
¿Recuerdas
nuestro viejo amar incierto?
Los pasos temblorosos, ¿el miedo al descubierto?
La
soledad de los demás nos encerraba
y el
frío mundo, ajeno, recelaba.
¿Quién
pudiera predecir en ese entonces?
Tanto
juego, tanta vida, tantos goces.
Y
una noche que se nos hacía interminable
¡pero la mañana rencorosa, fría, inevitable!
Mi
Amada, tus pasteles, mis zapatos
los
mensajes ocultos tras los platos.
Las imborrables tardes en el verdor nuestro patio
los
libros que leímos, los viajes al espacio.
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