El Quijote es un
libro poderoso. Invoca el recuerdo de una vieja pluma desgarrando
toneladas de papel. Pero la convicción de aquella pluma es tal que
termina por controlar su ira y posarse para escribir. Así es como la
pluma consigue atravesar el tiempo y llegar hasta nuestros días. La
tinta permanece fresca. Donde fuera que Cervantes intentó llegar,
estuvo más cerca que ninguno.
Es el poder de la
convicción lo que brinda poder a este libro. De ahí que se
convirtiera en el primero de su clase. Un libro escrito por la
necesidad de contar algo, de trasladar al papel una parte del alma
que se volvió dolorosa. Rompe con la tradición de escribir en busca
de fama, dinero y nombre. Cervantes fue el primer escritor en lengua
española que dejó algo que merece ser recordado. Descendemos de sus
convicciones.
Alonso Quijano
decide un día volverse loco y dejar su pueblo en busca de aventuras.
Adopta el nombre del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Decide
también inventarse una amada a quien dedicarle todas sus futuras
hazañas; la nombra Dulcinea del Toboso. Decide la compañía de
Sancho Panza, un escudero fiel, noble y temeroso, como lo dictan las
leyes de la caballería. Por último, decide pelear en contra de
gigantes, rescatar desdichadas damiselas, pacificar reinos
enfrascados en legendarias guerras, socorrer a las víctimas de las
peores injusticias; todo únicamente con la fuerza de su brazo. Las
personas piensan que se volvió loco de tanto leer novelas de
caballería.
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