sábado, 8 de febrero de 2014

¿Seré visionario?

Estas controversias y retruécanos en que nos encontramos requieren el socorro de todos. Nosotros, a pesar de ser bastantes flojos y apasionados, suplicamos el favor de los hados para servir a esta ciudad sofocada y adormecida, que no decimos que lo esté siempre, pero que suele estarlo casi todo el año.

¿Habrase visto ciudad más dividida que nuestra Lima? Este es un buen punto de partida. Y es que nada divide tanto como la desconfianza, y la desconfianza no es sino miedo. A donde quiera que vayamos esta tarde, se respirará un miedo por algo oculto, desconocido, un miedo que no construimos, es cierto, pero que heredamos y claro que uno puede ir a un lugar limpio, seguro y bien iluminado, que los hay, y hacer de cuentas que todo estará bien, pero el peligro seguirá allá afuera, y siempre quedará la duda de quién es ese que ha entrado, y ulteriormente, ¿qué habrá más adelante?, ¿es este un lugar seguro?, ¿qué hacemos aquí?, ¿hacia dónde vamos?

Pues yo creo que a ninguna parte, si es que es necesario ir a algún lado. Que es lo que nos conviene, porque otra cosa segura es que aquí todos tenemos diferentes ideas de hacia deberíamos ir. Porque ya que estamos aquí, hace solo veinte años que estábamos en otra parte, y hace nada más diez que las cosas cambiaron radicalmente, y a este paso ya viene siendo hora de un cambio, y todo estaría bien si supiéramos hacia donde será esta vez, porque es preciso evitar que el mundo se nos escape, pero no, el cambio devendrá del cielo en cualquier minuto, con un presidente, un ministro o un militar, y todo seguirá igual y todo habrá cambiado para siempre.

Y en este punto ya es un hecho que en nuestra Lima nada ocurre, nada digno de mención, de verdadera mención, de auténtica mención, en fin, lo cierto es que nada ocurre. Nos han hecho creer que Lima es una ciudad muy entretenida, que para lugares interesantes Lima, que los mejores artistas vienen a Lima, que los eventos más extraordinarios se llevan a cabo en Lima, que Lima es una ciudad con gran patrimonio y riqueza histórica, que no hay como el clima siempre cambiante y benigno de Lima, que los partidos de fútbol paralizan Lima cada fin de semana, que las reformas que ya se están implementando harán de Lima una ciudad mejor, que cómo podría uno vivir en otra ciudad que no sea Lima, y en suma, que todo lo bueno sucede en Lima y que debemos dar gracias a la providencia por hacernos limeños y criollos y costeros.

Yo no digo que Lima sea mala, yo lo que digo es que si gustas del griterío y la euforia, el hacinamiento y el desorden, la suciedad y el egoísmo, los periódicos donde nunca pasa nada, los parques invisibles y las playas imposibles, esta es la ciudad para ti.

Claro que siempre están los amigos y la familia y las mujeres de Lima. Yo no voy a decir una palabra de las limeñas, por respeto a las señoras, a las primas, y a una que otra amiga pasajera, pero también por esto otro: porque no existe la mujer limeña. Cuentan los libros que hace algún tiempo vivía aquí la mujer limeña, con su garbo y su sombrero, con su recogimiento y su paraguas, y que uno era feliz viéndola pasar los domingos por el Centro de Lima, sus plazuelas y sus calles, donde a veces se sonrojaba por los piropos lanzados por los elegantes señores. Pues es evidente que esa limeña no existe por ningún lado; habrá perecido en los vaivenes del tiempo, dejando solo un recuerdo de manitas perfumadas y largos vestidos con encajes.

Deshonesto sería negar a las miles de mujeres bellas viviendo en nuestra Lima. Pero la belleza, como la maldad y los amigos, siempre renace en todas las esferas y en todas las épocas. En consecuencia, no hay ningún milagro aquí, no hay ninguna virtud en la belleza congénita. Por el contrario, la belleza, cuando no se cultiva ni se adorna, se vuelve vulgar, agresiva, terrenal, viciosa, esa belleza termina destruyendo las costumbres y las maneras y todos acabamos comerciando con lo que debería ser el alimento para las almas y la recompensa para el corazón cansado. De aquí a un tiempo, mucho temo que esto ha venido sucediendo con las mujeres de Lima. "¡Con unas pocas!", exclamará el feminista vendido, y yo le responderé que tiene razón, pero sucede en todas partes que los más tienden a imitar a los menos, y así es como llegamos a la conclusión de que Lima no es una ciudad aconsejable para hallar con quien unirse en santo matrimonio.

Y, pese a todo lo dicho, despreocupado lector, sucede que por algún extraño motivo el aquí escribiente no puede permanecer más de unos días fuera de Lima. Digamos solo que lo ha intentado algunas veces, con penosos resultados. Puede ser amor a la fusta, lo cual sería locura lamentable, pero al fin, entendible; como puede ser costumbre de vivir en el terruño, lo que sería loable. El punto es que desconocemos los motivos, como sucede siempre con los asuntos del corazón, que es sin duda lo correcto, porque de lo contrario estaríamos viajando por todo el mundo, buscando lo que se nos es dado una sola vez por designio de Dios. Porque misteriosos, pero salvos, son siempre sus caminos.

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