A
diferencia de Julio —al que a
pesar de todo, bastaba verle la cara y conversar con él para
percatarse de que seguía siendo el mismo— , su
hermano había cambiado bastante. Para comenzar, ya no era su
hermano, sino Pablo. Sus rasgos y su carácter se habían unido,
confiriéndole singularidad. Por otro lado, era idéntico
a Julio. Ya había notado que se parecían pero me convencí cuando ambos mostraron sus dientes amarillos y
sobresalientes. Seguramente hasta se intercambiaban la ropa.
Su
enamorada estaba sentada sobre la cama. Se llamaba Stacy. No era
bella como la enamorada de Julio, pero era más agradable. Su forma de ser propiciaba la confianza. Gracias a esa cualidad Julio
pudo marcharse a despedir a su enamorada mientras nosotros nos
reconocíamos.
Recordaba
a Pablo como un enano que venía a pedirle plata a su hermano en las
salidas del colegio. Era arisco y amargado; solía contestar las
bromas que le hacíamos con insultos. Este Pablo era muy
diferente, incluso se portó más amable que Julio. Me invitó a
jugar play station y le dijo a Stacy que me diera el mando.
Pablo y
ella se llevaban increíble. Eran una pareja maravillosa, con la rara
cualidad de refrescar el ambiente. Daban la sensación de que ninguno había cedido frente a los conflictos de la vida. Ella lo quería
y él apreciaba su compañía, no había más, y no hacía falta ni que se tocaran las
manos para demostrarlo. Los tres nos encontrábamos sobre la cama,
jugando y conversando sobre el pasado.
Julio no
regresaba y ya íbamos por el cuarto partido. Luego anduvimos por el
sexto y ya los amigos de Julio comenzaron a llegar. Fui a la sala y
mi amigo me pidió que acompañara a su enamorada mientras él recibía a
los chicos. Esta vez hablamos un poco más aunque nunca llegamos a
intimar. Ella no dejaba de mirar a Julio y yo estaba interesado en las personas que empezaban a poblar la sala. Parecía que la habían visitado muchas veces.
...
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