Suelo llamar cholo
a algunas personas. Cholas también, si fuera el caso. No le encuentro
nada de malo. Es solo la forma más sencilla de referirse a ellos. Si
hay un cholo en un grupo de cinco personas, todas parecidas, no hay
manera de ser más específico que decir: «¿Ves ese cholo de allá?».
Es una elección
personal, basada completamente en la economía. Es fastidioso tener
que enumerar una serie de características para referirte a alguien,
cuando hablar de la raza es más eficiente. A menudo eso basta. Si uno es blanco, negro, cholo o chino, ¿por qué no decirlo?
O del otro bando, ¿por qué avergonzarse de ello?
Me pasa que se
molestan conmigo al oírme estos sobrenombres. Cuando eso sucede, trato de explicar mi punto de vista mientras
pienso cómo solucionarlo (porque no soy una persona conflictiva).
Pero no puedo hallar otro modo de referirme, por ejemplo, a un cholo.
Persona de rasgos étnicos es francamente chistoso. Hombre andino no
se aplica porque ignoro si vive en la sierra o es un limeño. Trigueño no es exacto. De todas formas, sospecho que todas estas
definiciones enfurecerían más a mi acompañante. Finalmente, y
en vista de que tampoco entiende mis argumentos, prefiero saltar a otro tema. Es curioso que de haber llamado gringo a una persona, nadie se hubiera alterado.
Entiendo que no hay
un culpable. Tantos años de racismo han vuelto a la gente paranoica
y propensa a creer que los insultan. Como resultado, no se
puede llamar cholo a nadie, a pesar de que lo sea. En mi opinión, es
una gran tontería. Con tal de no hacerlo de manera despectiva, no le
veo ningún problema. Recuerdo que las pocas ocasiones en que mi abuelo se encontraba de
buen ánimo, llamaba chola a mi abuela. Me encantaba el brillo que
emanaba de los ojos de ella al oír esta palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario