La vida para todos
siguió. Yo me quedé atrás. Al final eso era, un charco que se apartó del río, un viento que entre cuatro paredes se quedó encerrado. No
me interesa el futuro porque estoy cómodo en el pasado. A veces
extraño a los que se fueron, a los que continuaron. Me duele el
vacío que dejaron. Quisiera tenerlos a todos reunidos a lo largo de
una gran mesa. Que el vino discurra y la comida sea buena. A veces
ellos se apiadan de mí y vienen a verme. Soy el fantasma que los
visita cuando duermen. No tardan mucho en bostezar de mí y de mis
costumbres anticuadas, y de nuevo se marchan. Y ya no me extrañan.
Me gustaría plasmar estos sentimientos en un libro. Sería algo
único y original. Pero el papel también avanza y la tinta se me
escapa. No hay triunfo en esta soledad. No hay enseñanza, ni
moraleja, ni nada. Y sin embargo, a estas tierras pertenezco. Es duro
reconocer que en el país de todos, uno es un extranjero. Soy la
estrella que alguna vez les sirvió de guía y a la que nunca más verán.
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