martes, 6 de noviembre de 2012

Una vida solitaria


La vida para todos siguió. Yo me quedé atrás. Al final eso era, un charco que se apartó del río, un viento que entre cuatro paredes se quedó encerrado. No me interesa el futuro porque estoy cómodo en el pasado. A veces extraño a los que se fueron, a los que continuaron. Me duele el vacío que dejaron. Quisiera tenerlos a todos reunidos a lo largo de una gran mesa. Que el vino discurra y la comida sea buena. A veces ellos se apiadan de mí y vienen a verme. Soy el fantasma que los visita cuando duermen. No tardan mucho en bostezar de mí y de mis costumbres anticuadas, y de nuevo se marchan. Y ya no me extrañan. Me gustaría plasmar estos sentimientos en un libro. Sería algo único y original. Pero el papel también avanza y la tinta se me escapa. No hay triunfo en esta soledad. No hay enseñanza, ni moraleja, ni nada. Y sin embargo, a estas tierras pertenezco. Es duro reconocer que en el país de todos, uno es un extranjero. Soy la estrella que alguna vez les sirvió de guía y a la que nunca más verán.

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